“La originalidad
consiste en el retorno al origen; así pues, original es aquello que vuelve a la
simplicidad de las primeras soluciones.”
Antoni Gaudí
Para la elección de una obra arquitectónica en pos a mi
persona, bajo una luz meramente subjetiva, en un análisis de introspección, considero que mi elemento
arquitectónico predilecto es y ha sido, la sagrada familia de Antoni Gaudí.
¿Por qué?
En primer lugar, descubrí dicha obra mucho antes de conocer
la trayectoria de Gaudí, desconocía al autor de semejante arte. Fue en mis
semestres de preparatoria cuando investigué al respecto de la arquitectura como
disciplina, pues era momento de decidir la carrera a elegir. Por lo que conocí
a la sagrada familia en un acercamiento teórico y escolar, no fue una obra por
la cual yo decidiera estudiar arquitectura como profesión, esa decisión ya la
había tomado desde mucho antes. Sin embargo, hace tiempo investigué sobre el
vasto y maravilloso mundo del arte arquitectónico, y contemplando las
diferentes manifestaciones de arquitectos de renombre me encontré con el templo
expiatorio.
Su proporción, volumetría, el eje compositivo del mar de
elementos que componen dicha obra. La basílica está ubicada en Barcelona,
España, producto de un encargo eclesiástico. Retrata las acepciones orgánicas
del estilo de Gaudí, quien logra encapsular con maestría una interrelación de
ornamentos con elementos estructurales, un canon naturista que se desenvuelve
en arquitectura de autor. Un vínculo entre la plástica y la estética, entre la
marcada opulencia religiosa y el arte propio de la naturaleza.
El propio Gaudí alega que la sagrada familia es una síntesis
de su carrera, su ópera prima, no solo un legado hacia la religión, sino
también un parteaguas en cuanto a cánones estéticos se refiere. La planta de la
basílica es de cruz latina, cuenta con cinco naves centrales y un transepto de
tres naves, un ábside con siete capillas. Una obra que se encuentra aún en
construcción, contemplará un total de dieciocho torres: cuatro en cada portal
haciendo un total de doce por los apóstoles, cuatro sobre el crucero invocando
a los evangelistas, una sobre el ábside dedicada a la Virgen y la
torre-cimborio central en honor a Jesús, que alcanzará los 172,5 metros de
altura.
Las tres fachadas que presenta la sagrada familia están
relacionadas con el nacimiento, la pasión y la gloria de Jesús,
respectivamente. El tempo se compone de dos sacristías aledañas al ábside,
concretando en tres capillas. La primera es la de la Asunción, la de la
penitencia y la del bautismo aledañas a la fachada principal de la basílica.
Gaudí solamente estuvo presente en una determinada fase de su
proyecto, sobre el cual trabajó antes de su muerte. Se prevé que su
construcción pueda finalizar en el año de 2026, el centenario del fallecimiento
de Gaudí. Dicha obra también es conocida como “la catedral de los pobres”, a
raíz de un fresco homónimo de la corriente modernista a cargo del pintor
Joaquín Mir.
Las duras críticas y la polémica respecto al arte modernista
de Gaudí con su ópera prima han variado a lo largo de los años desde su
construcción. Desde detractores hasta fieles creyentes de semejante obra
arquitectónica, un coloso abstracto que bien puede representar la opulencia
natural contrastada contra la austeridad eclesiástica.
En lo personal, considero que este elemento arquitectónico es
una obra de arte sublime, una analogía perfecta hacia un criterio que comparto
con el arquitecto: no hay mejor manera de representar el hogar de dios, la base
de la fe de millones de creyentes, que en un templo que les haga honor a los
principios primigenios de la iglesia cristiana, no hay mejor templo que la
naturaleza y el orden orgánico de nuestro planeta. Es por ello que considero
que la obra de la sagrada familia es mi elemento arquitectónico predilecto, por
sus múltiples acepciones, su simbolismo inerte. Pero, sobre todo, por la
cualidad de estética, forma, y función que se había estipulado desde los
tratados de Vitrubio: Firmitas, Utilitas
y Venustas.
Con ello, la sagrada familia compete una verdadera obra de
arte, arquitectura de autor, que no teme con postular su punto de vista en uno
de los temas más relevantes de nuestro vivir: ¿en qué cree el hombre? Al entrar
en el interior de la sagrada familia, al vivir en su atmósfera de misticismo y
magnitud, deleitar nuestros sentidos con su colosal gracia y esclarecer nuestra
mente al vivir sus espacios, podemos, sin lugar a dudas, encontrar la respuesta
a tan imperante cuestionamiento.
Por ello es que la sagrada familia es, y lo será por un largo
tiempo, mi obra arquitectónica predilecta.


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